viernes, septiembre 29, 2006

El porque de Borrico Caverna

En esta vida todo tiene un porque, estimado lector, incluso este diario. ¿Por qué comenzó? Como muchas cosas, comenzó con un malestar en el estomago mientras me echaba agua en la nuca. Otra pesadilla, otro intranquilo despertar de madrugada mientras soñaba que venían a por mí. ¿Por qué? Por ser diferente, por ser español, por no ser vasco, por haber visto algo que no querían que viera, por haber pensado algo que no querían que pensara, por no ser nacionalista o simplemente por no mirar hacia otro lado. Y esa madrugada, como tantas otras, me senté delante de la pantalla, a leer periódicos, blogs, etc. Y en ello me hallaba cuando repare en que mi gobierno había aceptado la victoria de los que me echaron del lugar en el que crecí y viví. Que les daba una carta blanca para que tomaran el control, no solo de facto, sino además con una cobertura legal. Mi malestar no hizo otra cosa que acrecentarse, las almas de las personas que dieron su vida por mi libertad se revolvían en su tumba al sentir que quien debía defenderles les escupía y se carcajeaba pactando con sus victimarios. Lo sentía en mi corazón, me sentía culpable por haber colaborado con mi huida, todos mis actos de cobardía volvieron a mi mente. Me sentí cómplice de todo ello. Y decidí no ser un cobarde nunca más. No callarme, contarle a todo el mundo la verdad que viví, como crecí en ese lugar, como recibí una educación nacionalista digna de la que describe la novela “El Florido Pénsil”, como fui a la universidad y me vi privado de un trabajo digno por no ser de “ellos”, como tuve que huir por la presión económica que ello conllevaba y como huí por ser un cobarde y no quedarme a defender mis derechos en mi país. Y sobre todo describir la presión, esos pequeños detalles que te hacen padecer a diario, recordándote que sobras, que no eres parte del lugar donde creciste, que deberías irte y que en cualquier momento pueden echarte. Las amenazas, las extorsiones, los amigos valientes que dan la cara y caen. Los funerales, las manifestaciones, las contra manifestaciones, la policía política vasca que no interviene salvo para dispersar a los pacifistas. La iglesia, que financia el terrorismo, que recoge dinero para pagar viajes a las familias de los asesinos. No poder pasear por ciertas zonas, porque amigos tiene que llevar “sombra” (ese nuevo amigo que va con el para protegerle) ya que están amenazados y son peligrosas. No poder montar con ellos en coche, por no ver que tienen que arrodillarse ante sus futuros verdugos en busca de bombas lapa. Las palabras trampa en televisión, “incidente”, “estados español”, “estado”, “organización”, “presos políticos”, “derechos humanos”, “conflicto”, “concentración”. Lo peor es cuando pasan de la cortina de humo a la justificación “algo habrá hecho”, “el conocido narcotraficante falleció”, “el homosexual de Hernani”, “el enemigo del pueblo”. El no poder entrar a un bar en ciertos pueblos a tomar un café por ser todos “herriko taberna”-s, por no financiarlos. Esas Borrico Cavernas, esas cuevas llenas de paramilitares nacionalistas, el brazo ejecutor del gobierno, los que allanan el camino a los legisladores y políticos. Esos lugares en los que nunca me atreví a entrar y en el caso de que lo hubiera hecho nunca me hubiera atrevido a hacer algo como lo que hago en este diario. Así nació Borrico Caverna.

Se preguntara que como estando exiliado sigo teniendo miedo, se lo diré, porque soy un cobarde. Los años pasan pero la sensación de que estas vigilado, evitar ciertos temas, no mencionar ciertas palabras, no pasar por ciertos sitios, el colocarte en ciertas partes en los lugares por seguridad, te marcan, te marcan como un hierro candente marca a una res. Y eso, no se olvida nuca.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Enhorabuena por el artículo. Por desgracia retratas la realidad de los que no comulgan con las ruedas de molino que algunos han conseguido imponer y no precisamente por métodos democráticos.

Ahora, prepárate para el chaparrón: La libertad de expresión sólo existe para decir trivialidades o vender demagogia, pero cuando uno denuncia un abuso real, los abusadores tienen el cinismo de hacerse las víctimas y los ofendidos.

Corren malos tiempos para la democracia, y tú por desgracia lo sabes bien. Animo, y a continuar, al menos dando apoyo moral desde el exilio a quienes sufren cada día la persecución y el acoso.

30/9/06 00:13  

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